Área: Ciencias Políticas
Semana: del 7 al 12 de Septiembre de 2020
Tema: Formación de los Estados Nacionales
Guía 10
BANREPCULTURAL
Autor: Borja Gómez, Jaime Humberto, 1962-
La edad media había terminado. Al menos ese fue el convencimiento
general de Europa a finales del XV. Por supuesto, ignoraban que las secuelas de
este "tiempo medio" entre la edad de oro grecolatina y la nueva era
del humanismo se prolongaría unos cuantos siglos más. Pero lo cierto fue que
entre 1475 y 1492 se concretaron procesos que se desarrollaban desde la década
de 1320. Europa se recuperaba de una grave crisis general: las catástrofes de
las guerras, especialmente la de los Cien Años; las continuas pestes que dieron
muerte a una tercera parte de la población europea y sus inevitables
consecuencias económicas; el resurgimiento de los turcos y el desgarramiento de
la Iglesia con el Gran Cisma. El ámbito geográfico, la organización política y
la mentalidad cambiaron radicalmente en comparación con los primeros años del
siglo XIV.
Poco tiempo atrás, apareció una nueva conciencia frente a las desconocidas
dimensiones del mundo, que ya no sólo se reducía a los límites de Europa. Las
motivaciones de esta primera gran expansión territorial europea fueron
económicas: las ciudades del norte de Italia mantenían estrecho trato comercial
con los musulmanes desde varios siglos atrás, lo que les permitió tomar
contacto con las culturas de Extremo Oriente. Ahora se trataba de romper el
monopolio musulmán sobre las rutas a Oriente. Pero así mismo existían otras
razones: buscar una ruta para atacar por la espalda y acabar con la
"amenaza" turco-otomana, particularmente después de la caída de
Constantinopla en 1453, que abrió las puertas de Europa a los turcos. Esta
nueva "demonización" del Islam era el último estertor de la cruzada
medieval.
La expansión también fue empujada por la intensificación del comercio
entre las ciudades italianas y Flandes. El punto obligado de escala fueron los
puertos portugueses, que crecieron en importancia. Con el apoyo de los regentes
de la casa de Avis, sus navegantes exploraron minuciosamente el Atlántico
bordeando África, otro mundo totalmente nuevo: el Atlántico se convirtió en
importante centro de actividad comercial. En 1471, los portugueses lograron la
"hazaña" de traspasar el Ecuador, y en 1487 Bartolomé Días, dobló el
Cabo de las Tormentas, en el extremo sur de África. El comercio con Oriente,
que buscaba tapices, sedas, perfumes, metales, piedras preciosas y especias
fundamentales para la conservación de los alimentos, quedó abierto mediante la
circunnavegación del continente africano.
Mientras el expansionismo inundaba la conciencia de algunas naciones, en
otras se rompía con la tradición monárquica medieval: aparecieron y se
consolidaron los primeros estados nacionales. Hasta entonces el poder del rey
estaba supeditado a la nobleza y limitado por el alto clero, cuando no se
encontraban los reinos atomizados en numerosos feudos independientes. Ahora las
monarquías entraban en una etapa de centralización del poder. Uno de los
primeros casos lo protagonizó Castilla, el reino más grande y poderoso de la
península ibérica. Desde la formación de una conciencia nacional, buscó la
unión con Aragón y Cataluña, lo que se concretó con el matrimonio de Fernando e
Isabel en 1469. En adelante, su política fue la confiscación de tierras, la
creación de un ejército y la limitación de los derechos de las ciudades. Así se
consolidó el poder real en la Península, se controló el poder de los señores
feudales y se ejerció presión sobre los reinos más pequeños y débiles. La fase
final sobrevino a partir de 1480, cuando se adelantó la guerra contra Granada,
último reducto del Islam en España.
Francia estaba en posición de
disputar la hegemonía con España, porque también a finales del siglo XV se
consolidó como potencia. Terminada la guerra de los Cien Años contra Inglaterra
en 1453, Francia había quedado devastada, arruinada en su comercio y con varios
ducados en manos de señores feudales, que no querían someterse a la autoridad
del rey. Luis XI inició la unificación al conquistar el feudo rebelde más
importante: el de Carlos el Temerario, duque de Borgoña. La victoria le
permitió anexarse también el Artois, la Picardía y el condado Franco. Después,
mediante herencias, logró el Maine, Anjou y Provenza. Paralelamente desarrolló
un comercio interior y exterior que beneficiaba la Corona y también a la
burguesía, que le había prestado apoyo. Más tarde se incorporó la ciudad de
Marsella, el trampolín para iniciar la conquista de Italia y del Mediterráneo.
Un tercer caso de consolidación nacional fue Inglaterra. Finalizada la
guerra de los Cien Años, estalló el conflicto de las Dos Rosas en 1455. Esta vez
los actores fueron dos ciudades que luchaban por el poder: York y Lancaster. La
dinastía de Lancaster tenía el respaldo de los señores feudales, mientras que
la casa de York actuaba con ayuda de una nobleza aventurada en el tráfico
comercial con productos agrícolas y ganado ovino. Después de treinta años, el
agotamiento militar, social y económico abrió campo a nueva dinastía: los
Tudor. Coronado en 1485, Enrique VII abrió el período de la reorganización del
reino. Su proyecto era impedir que otras familias ocuparan el puesto de las que
habían salido derrotadas de la guerra de las Dos Rosas: limitó las funciones y
el poder del Parlamento, cuyas actitudes continuaban siendo feudales. La
monarquía reemplazó el ordenamiento social y económico feudal.
El mapa europeo en 1492 mostraba tres estados unificados: Francia,
Inglaterra y España. Otras naciones formadas en el medioevo aspiraban a
pequeños intentos de consolidación, pero, en realidad, estaban desintegrados en
su interior. Fue el caso del Imperio Romano-Germánico, cuyo trono ocuparon los
Habsburgo en 1438. La decadencia se consumó por la oposición entre los
Príncipes Electores y el carácter hereditario del poder. La política tendía a
contener la descomposición del Imperio, pero éste aún estaba lejos de la
unificación. Por su parte, Italia se encontraba desperdigada entre pequeñas
repúblicas, ducados, reinos y ciudades independientes, algunas incluso dentro
de los mismos Estados Pontificios.
En Europa oriental, los intentos de unidad estuvieron encabezados por
Polonia, que desde el siglo XIV venía buscando la unión con el gran ducado de
Lituania. A pesar de los tropiezos con el principal obstáculo, la Orden
Teutónica, en 1477 Casimiro, duque de Lituania, reunió las dos coronas. Pero el
escaso control sobre las fronteras, las dietas provinciales y la presión de los
nobles no favorecieron la creación de un poder realmente sólido. Otros estados
orientales como Hungría, Moldavia, Besarabia y Serbia sucumbieron ante el
empuje de los turcos, que tras la toma de Constantinopla se apropiaron de buena
parte de los Balcanes.
Por su parte, el gran principado de Moscú inició con Iván III el desalojo definitivo de los mongoles, lo que facilitó la centralización del poder y el establecimiento de relaciones con la Europa occidental. También a finales de este siglo se inició la identificación con Rusia. Moscú, Estado ortodoxo independiente, se convirtió en la Tercera Roma, reemplazando a Constantinopla. Lo cierto fue que ninguno de estos estados de Europa central y oriental lograron una unificación territorial o de poder sobre una base nacional: el orden feudal aún se imponía.
El panorama de transformaciones estuvo acompañado por el llamado
Renacimiento. Aunque su epicentro fue la Italia de la segunda mitad del siglo
XV, pronto invadió la mayor parte de Europa. Sus alcances populares no fueron
grandes, se circunscribió a la creciente burguesía con el apoyo de sectores
nobles. El humanismo del siglo anterior creó las circunstancias favorables para
la recuperación de la antigüedad clásica. Su búsqueda, estudio y traducción,
animó la necesidad de profundizar en el conocimiento erudito, que en esta época
era casi una actividad exclusiva de la Iglesia. El conocimiento se volvió laico
y se constituyó en una nueva espiritualidad que estructuraba una sociedad
profana.
Bajo la influencia de la burguesía, el interés se centró en la
reivindicación de los valores individuales del hombre, lo que se expresó en
todos los campos del conocimiento. Este antropocentrismo, que reemplazaba el
teocentrismo, se caracterizó por su tendencia a crear una universalidad, es
decir, el rechazo de lo particular en pos de un ensanchamiento de la óptica
cultural y de la igualdad del hombre. Desde esta misma posición, intentó
expresar los valores propios de una sociedad en proceso de transformación, lo
que representaba una clara ruptura con los valores feudales.
En esta larga y contradictoria lucha entre la afirmación de las
monarquías, la persistencia de los feudos y la aparición de nuevas ideas, el
pontificado se robusteció al convertirse en un centro unificador. La situación
fue sorpresiva, porque a lo largo del siglo las circunstancias lo habían
debilitado: las secuelas del papado en Avignon, junto con el Gran Cisma que
duró hasta 1417, mermaron la autoridad pontificia. La recuperación fue lenta,
pero a finales del siglo XV la relación medieval entre poder temporal y
espiritual se estabilizó con un reparto efectivo de poderes entre el Papa y los
reyes que habían consolidado sus monarquías. El pontificado entró en un proceso
de "modernización" de su estructura y para ello apeló a su
fortalecimiento militar y económico por medio de la recaudación del impuesto
para hacer efectiva la decadente cruzada contra los turcos. Esto lo convirtió
en blanco de las apetencias de las diversas familias dominantes, que
sucesivamente se alternaron en el pontificado. El fortalecimiento papal en los
asuntos temporales no implicó necesariamente la recuperación de la Iglesia. Ni
los largos concilios ni las intrigas lograron superar la crisis interna que
preparó el camino de la Reforma, pues se hizo evidente el descuido de las
tareas propias de su función religiosa.
El milenarismo se
constituyó en una de las características más importantes de estos finales de
siglo. El mismo Colón se creía elegido por Dios para ser el portador del
cristianismo a los "bárbaros" de Oriente, antes de la hecatombe
final. El desembarco en el Nuevo Mundo confirmó su creencia, pues Mateo (24,14)
lo había profetizado: "Se proclamará este Evangelio del Reino en el mundo
entero, para dar testimonio a todas las naciones. Y entonces vendrá el
fin...".
ACTIVIDAD:
¿Cuantos años duro la ”guerra de
los cien años”?
Averiguar, de qué se trató “El Gran Cisma” en la Iglesia.
¿Qué son los Estados pontificios?
Averiguar sobre la “la Guerra de las dos rosas”.
https://youtu.be/Rc7EaASOfoY
Vídeo sobre ESTADOS NACIONALES Siglo XlX
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